Sáhara, marzo 2022
Y a ti, que quizás te lo planteas, que quizás has pensado en viajar al desierto, te digo:
Él te invita a volar contigo, a ser el que sientas. Le caerás bien. Él no diferencia. Te regala el espacio que tú pretendas. Gratis. Sin metas. Sin tiempo. Sin aseo, también, ni vendas. No cargues mucho tu mochila, suelta. Allí, desierto, no te pide nada, sólo que mires y veas. Seas. Hazlo, no temas, ve y vuela. Suelta las riendas y la magia está dispuesta.
Decidí hacer este viaje al desierto como parte del que estaba realizando. Estaba en un momento crucial de mi andar. Además, lo decidió mi alma, no mi mente y esa ya era una gran señal. Cada vez me acercaba más a mí.
Esta decisión coincidía con otra importante: cambio de contexto en el que habitar. Volvía a mis raíces, volvía a la naturaleza, volvía, en definitiva, a mí. Yo no lo sabía, aún. Sabía, eso sí, que iba a hacerlo. Me fui de mí para volver a mí.
Mi proceso se construye en un origen nada inocuo. No hay palabras realmente escritas que yo pretenda hacer mal uso para ayudarme a describirlo. Resumiendo, si puedo, diré que quise desaparecer en varias ocasiones porque no me hallaba. Me había perdido. Esa pérdida desembocaba en un sufrimiento como jamás había experimentado. Mi alma pedía a gritos encontrar mi esencia, esa naturalidad que me caracteriza: mi espontaneidad, mi sentido del humor, esa sensibilidad que me radica y mi presencia tan bonita. ¿Dónde estaba?
Mi gran labor de trabajo personal unida a esta experiencia ha sido extraordinaria, sí, en su sentido etimológico: fuera del orden establecido. Fuera del sistema, fuera del nido. Fuera pero dentro. Dentro, de mí. El desierto es un contexto espejo impresionante. Fui al desierto. Volví a mí. Escalón importante en mi reencuentro. Exprimí su presencia. Me exprimí. Me nutrí del todo y la nada. Fui, Era, SOY. Ha sido como el proceso del bambú, que tanto admiro.
Me acercaste a mí, arena querida. Morí. Resurgí. Niña, pura, en alma. Tus aristas me envolvieron, me dejé atrapar en un vacío de calor, de solo amor y tu viento me llevo a batir alas.
Despegué y volé contigo como jamás soñé. Amor enorme, como no lo hay. Te debo mucho o quizás nada. Ya recibiste mi todo. Mi alma. Tan grande y eterna como la tuya. Vengo a visitarte en breve. Mi niño Ismael, me espera.
Te escribiré tantas otras veces…
Y a ti, que quizás te lo planteas, que quizás has pensado en viajar al desierto, te digo:
Él te invita a volar contigo, a ser el que sientas. Le caerás bien. Él no diferencia. Te regala el espacio que tú pretendas. Gratis. Sin metas. Sin tiempo. Sin aseo, también, ni vendas. No cargues mucho tu mochila, suelta. Allí, desierto, no te pide nada, sólo que mires y veas. Seas. Hazlo, no temas, ve y vuela. Suelta las riendas y la magia está dispuesta.
Óscar, gracias por encontrarte en el camino. Buena ofrenda. Te quiero, amigo.
Caravaneros, gracias por vuestra entrega. Armonía, equilibrio, perfecto sistema. Formamos parte de ello, de esta gran experiencia.
Gracias de nuevo a Hamid, Ismael… nuestros bereberes guías, preciosas estrellas que, en tu cielo de magia, viven pausados, observando y amando.
Sáhara, octubre 2021
Después de un mes aterrizada de este viaje tan intenso, hoy he necesitado volver al desierto. He mirado todos los recuerdos, sin prisa, como el desierto inspira a tomarte la vida y me he visto con fuerzas para coger mis preferidos, aunque en mi corazón hay muchísimos más. Quizá ha sido el mejor viaje de mi vida, sin hacer nada, sin dosis extra de adrenalina, sin poder explicar mucho hacia fuera, pero con un aprendizaje que me ha dejado una buena resaca emocional (después de un mes, todavía, sí). Viajar cultivando el alma, es la forma en la que siento el viaje, a donde sea, pero volviendo con la mochila tan revuelta como una misma por dentro. Y "Caravana hacia el interior" te invita a hacerlo tan sólo dejándote llevar, y en buenas manos. Me llevo una gran lección, ahora entiendo qué significa para mí el “necesito desierto” y sé dármelo aquí mismo. Y aunque todavía no sé cómo hacer que crezca la flor que floreció en el desierto, de momento la cuidaré con todo el amor del mundo. Mil gracias a mis caravaneros, cada uno de vosotros fuisteis gran parte de mi aprendizaje. Gracias por tanto. Inshallah.
Sáhara, octubre 2021
Fui a la caravana sin buscar nada. Solo quería ver el desierto y disfrutar contemplando las estrellas. Me reencontré con Òscar Boule y me regaló su tranquilidad, su sencillez y el amor, con los que él y su equipo guían al grupo. Me encontré con los bereberes, que me enseñaron el trabajo humilde y que lo sencillo es maravilloso. Me encontré con compañeros/as, cada uno con su historia, abiertos a vivir la experiencia y sintiéndome en todo momento acompañado con mucho cariño y respeto. El desierto me enseñó a caminar poco a poco, a disfrutar subiendo las dunas y a dejarme caer en ellas. La noche en el desierto me regaló el silencio y la grandiosidad de las estrellas. Descubrí lo pequeño que soy y lo grande que puedo ser.¡Gracias Óscar!
Sáhara, abril 2018
El desierto es nada y es todo, es soledad y es compañía, es tristeza y alegría. Parece ser que ya empiezo a digerir lo que he vivido allí. Me he conocido más, me he dejado conocer, he cuidado y me he dejado cuidar, he abrazado y me han abrazado, he llorado y he reído, me he sentido morir y renacer. Agradecida eternamente a mi tribu del desierto, a los nuevos amigos y a Òscar Boule por su atención, presencia y respeto como guía del grupo.
Sáhara, octubre 2019
Puedes ir con pocas o muchas expectativas, pero el desierto y tú lo hacéis cambiar todo. Rencuentro con la sencillez, con nada y con todo, contigo mismo. Sufría por dormir en el suelo, por el baño o por la ducha. Al final, todo esto fueron anécdotas que contar. Enfrentarte a tus pequeños o grandes miedos. Hablar, conocer y, sobre todo, valorar lo que tienes alrededor. Una experiencia de las que dejan huella. Repetiré, por el desierto, por la gente, por mí.
Sáhara, marzo 2022
Me es difícil transmitir a quien me lo pregunta toda la intensidad vivida en las dunas, en el terreno pedregoso, en las noches llenas de estrellas vívidas. Es un viaje mucho más lleno de emociones que de situaciones o de anécdotas.
Caminar cada día, la arena omnipresente en todo, los compañeros de viaje, la hospitalidad de los amazics, y la claridad que Oscar te aporta. Vivencias de cada uno que llegan a golpear drásticamente en tu interior, y que provocan que conectes con tu esencia y con el universo.
"Lo que hace bello al desierto es que en medio de él puedes encontrar un pozo. Y ese agua es buena para el corazón."(Après St.Exupéry)
Sáhara, noviembre 2015
El agua purifica el cuerpo y el desierto purifica el alma. Ésta fue la primera frase que escuchamos después de pasar una semana inmersos en el desierto y la que simplifica lo que viví allí. La experiencia de estar durante unos días sin estímulos externos, y la facilidad en que los sentidos, de repente, solo saben mirar hacia adentro es espectacular. Durante los días en el desierto disfrutas del silencio que hay en él. Gracias a la magia del desierto descubres partes de ti que estaban en la otra parte de la duna y que desde allí puedes visualizar y reconocerlas. La mejor experiencia que he tenido en mi vida.100% recomendable a todo el mundo.
Sáhara, abril 2017
Simplemente espectacular. Gracias a todos y a todo por hacer posible esta gran experiencia que me ha hecho dar un gran paso hacia adelante, para caminar mucho mejor por la vida. Todavía, en cierto modo, me considero con toda la caravana: el grupo, Òscar, los bereberes, los camellos, la arena, las piedras, el calor, los miedos, las sorpresas constantes, la manta de estrellas, el “whisky” del desierto, los fuegos de noche, las risas, las complicidades, los llantos, las ruedas mágicas, los campamentos, las comidas...
Sáhara, abril 2017
Ha sido un viaje de desconexión del exterior para conectar con lo más importante: mi interior y lo que realmente es importante y vale la pena. El desierto me ha permitido conectar con lo esencial, aquello que es invisible a los ojos y me vuelvo a casa enamorada. Enamorada de la vida y del desierto del sur de Marruecos. De su majestuosidad y su espiritualidad. Gracias, Òscar, por permitir a las personas que arriesgamos, vivir una experiencia única e inolvidable. El desierto me acompañará siempre donde quiera que vaya.
Es alucinante cuántas cosas puedes hacer y a cuántas te puedes dedicar cuando no tienes nada que hacer. Cuando el tiempo deja de existir. Cuando estás desconectado del mundo, pero conectado contigo mismo. Es genial. Gratificante. Maravilloso. Alucinante. Simplemente bestial.
Del desierto me llevo el silencio. Mi silencio. Que, desde que volví, me acompaña allá donde voy. Si algún día, por aquellas cosas del día a día, pierdo mi centro, volveré atrás, a estos días vividos en el desierto de Chegaga y me será fácil reencontrarlo, pues he aprendido donde buscarlo
Del desierto me llevo un grupo de amigos, un montón de experiencias compartidas y un gran tesoro dentro de mí que ya nunca me abandonará. Sabía que habría un antes y un después de este viaje, pero no me imaginaba la magnitud de este cambio.
La paz, la calma, el silencio, los compañeros de viaje, los guías (Óscar y Hamid), los camellos, los bereberes, su atención y dedicación, gentileza y generosidad, grandeza y humanidad. El sol, las dunas, la arena, la luna, las estrellas, los satélites, las noches, los días, las hogueras, los desayunos, los encuentros del grupo, las risas, el pan, el té verde con menta, la música, la percusión, el café con canela, el tajine, el viento, los idiomas…me voy orgullosa y satisfecha de todos vosotros y de todas esas cosas pero, sobre todo, de mí misma. ¡Insha'Allah!
Sáhara, abril 2017
Llegué al desierto con miedos, preocupaciones, tristezas, ansiedades, y no sé cómo, porque no lo sé, él tuvo el poder de desmontarlo todo. El desierto apareció en mí, en el momento exacto, en ese instante en que al oírlo todo tu ser reacciona y sabes que ya no hay otra opción.
Quizás fueron mis compañeros maravillosos que me sostenían constantemente en los momentos de debilidad, mostrándome también la suya. Quizás fue Óscar con su sutil pero sólido acompañamiento el que me daba la seguridad de que todo estaba bien. O tal vez la calidez y la complicidad de los bereberes que siempre estaban allí. Quizás el té reconfortante que me hacía sentir que lo mejor, está en esas pequeñas cosas. O el hecho de sentirme tan pequeña y grande a la vez frente a la austeridad del desierto. El pan recién hecho o una mirada de alma a alma…
Sea lo que fuera, permitió que mi verdadero ser fuera apareciendo paso a paso en esa arena, sin reparos, en silencio cada vez más segura y feliz. Lo que vi, sentí, viví, queda impreso, imborrable y siento que ha cambiado algo en mí, algo profundo, muy profundo. Gracias a todos los que habéis hecho que esta experiencia sea única.
Naturaleza, silencio, encuentro.