Tenía éxito profesional y estaba muy enfocado a mi trabajo. Pero mi vida estaba marcada por el ruido y un ritmo frenético que me alejaba de mí. De hecho, ambos me venían acompañando desde la infancia.
A los 37 años tuve una profunda crisis personal. A los 41 años, abandoné la Dirección General de mi empresa, y a los 43 años me desvinculé de mi etapa como empresario vendiendo mis acciones.
Me tomé tres años sabáticos en los que, a través de formarme en técnicas que hoy aplico en mi trabajo como consultor y en las caravanas al desierto (coaching, PNL, constelaciones familiares, trabajo sistémico, etc.), pude empezar a contactar con mi ritmo vital: más tranquilo, más pausado.
Paralelamente a este trabajo personal terapéutico, se despertó en mí la necesidad de conectar con las personas desde el acompañamiento. Me sentía agradecido por haber recibido ayuda, así que, durante un tiempo, exploré en el ámbito terapéutico. Paulatinamente, volví al mundo de la empresa desde la consultoría organizacional, con la voluntad de facilitar espacios de encuentro desde la profundidad, la autenticidad y el amor.
Lo hice primero con mi propia consultora para, más adelante y hasta hoy en día, hacerlo con WeMind Systemic Consulting, empresa de la cual soy socio fundador.