Andamos, a diario, lejos de nuestro ritmo vital. Nuestro corazón se acelera o se apaga, y nuestra respiración se entre corta: hiperventilamos o dejamos de respirar. Corremos o nos quedamos paralizados, empatizamos con el ritmo de las urbes, donde la tecnología puede mantenernos activos y despiertos las 24 horas, en la ensoñación de inmortalidad y de eternidad.
Pero es solo eso, una fantasía. Y llega un día en que nuestro cuerpo y nuestra alma no resisten el ritmo y necesitan parar. El aviso llega en forma de dolencia, enfermedad, accidente, crisis vital… La forma esconde el fondo, que es la necesidad de recuperar el propio ritmo vital.
Si atendemos la llamada de nuestro cuerpo, este se regenera y nuestra alma recupera el aliento, la sonrisa. Si no lo hacemos, en cambio, nos desalmamos, enfermamos y morimos en vida, o literalmente morimos.
El elemento crucial en esta ecuación, el que nos hace enloquecer y desconectarnos de nosotr@s mismos, es el ritmo. Querer seguir el ritmo de las máquinas, de la tecnología…hace que perdamos el aliento y nos alejemos y dejemos de atender nuestras propias necesidades.
Y de este modo, dejamos de estar presentes para nosotros y para los demás. Es entonces cuando la locura se recrudece, pues corremos todavía más sin saber ya que perseguimos.
Llegadxs a este punto, buscamos un rato a la semana para “desconectar”: hacemos yoga, pilates, meditación…O quizás nos “escapamos” unos días. Con estas estrategias logramos oler, tocar (con la punta de los dedos) y percibir, los beneficios de parar.
Pero luego volvemos a nuestro ritmo frenético y lo que hicimos para “desconectar, escapar” solo es lo que yo llamo el efecto “ibuprofeno”. Ese analgésico que relaja, que adormece el dolor, pero que no sana.
Somos parte de la naturaleza y la vida en las ciudades nos ha hecho olvidarlo. Vamos a la naturaleza a conquistarla, a vencerla, a meterla en un álbum de fotos, de recuerdos… sin darnos cuenta de que formamos parte de ella. Y la naturaleza es la clave. Estar en contacto con ella hace que nuestra respiración recupere su ritmo, al ritmo del día y la noche, de las estaciones, del clima, de la tierra y de sus frutos.
Estar en contacto con la naturaleza nos sana, recuperamos el brillo en la mirada y la capacidad de ver al otro. Porque cuando recuperamos el ritmo, aparece el otro, y entonces recuperamos la capacidad del contacto auténtico. Nos hacemos presentes para los demás y recuperamos la capacidad de disfrutar y nutrirnos de las relaciones, de una forma sana.
Te hablo de un proceso de reconexión que he vivido personalmente, y que observo cuando acompaño profesionalmente a personas y organizaciones.
De él nació mi proyecto Caravana hacia el interior, a través del cual yo y mi equipo organizamos viajes al desierto. El objetivo de ellos es recuperar el contacto íntimo con la naturaleza, con uno mismo y con los demás.
Se trata de un viaje intenso, de entre 9 y 15 días, para abrir la consciencia hacia las propias necesidades y la capacidad de escucharse. Durante los 3 primeros días los “personajes” de cada un@ mandan, el ritmo acelerado se hace evidente, casi esperpéntico. Y poco a poco, el desierto va haciendo su trabajo en nuestras almas.
Hacia el tercer día algo cambia, las miradas se relajan, la presión arterial baja, las preguntas ansiosas de respuestas inmediatas se transforman en silencios o reflexiones profundas. Detrás de los personajes impecables e implacables, aparecen personas frágiles, vulnerables, auténticas… Y empieza una danza donde en lugar de perseguir, nos dejamos llevar por lo que sucede y gozamos del momento en que todo se detiene.
Los momentos y el día a día se llenan de eternidad, de esa eternidad que brinda el estar presente, el gozar de la consciencia de lo efímero, de la brisa, de comer unos dátiles, de dejar suspendida la mirada en el horizonte, de saborear una taza de té y pan recién hecho…
Insha'Allah tengas la oportunidad de participar en esta experiencia de desierto, silencio y encuentro.
Próximas salidas:
-
Òscar Boule, creador de Caravana Hacia el Interior
Naturaleza, silencio, encuentro.