El desierto atrapa o asusta. Nadie vuelve indiferente del desierto. Es el lugar donde se libra la batalla entre el impulso de hacer y la necesidad de parar. El desierto rebosa austeridad, nada es superfluo, nada de lo que te encuentras en él es innecesario. Solo lo esencial sobrevive en y al desierto. El desierto huele a tronco seco. El desierto habla en voz baja y grave. El desierto late al ritmo del corazón y respira lenta y profundamente.
Te adentras en el desierto con tu ritmo loco, ensimismad@ en tus problemas… Y te seduce con su belleza sin aristas, con su majestuosa y diversa uniformidad. Y te engulle, y solo cabe rendirse a él. Paciente y tozudamente te invita a parar, a ir hacia adentro, hacia adentro, hacia adentro… Y comienza una batalla entre el hábito de estar haciendo, de ser útil, de moverse… y el anhelo de parar, de “hacer nada” (moverse en lo esencial, en lo indispensable). En esta batalla percibes el impulso de huir, de escapar… solo que esta huida, es una huida de ti mism@, de lo que sucede cuando sueltas el ruido que genera el movimiento innecesario.
Y es una batalla perdida. Es tanto el anhelo de intimidad, de ese contacto contigo mism@ perdido u olvidado… que no queda otra que “atravesar tu propio desierto” ese “desierto” que hasta hoy evitabas con tu ritmo loco, con el estrés. Y te abandonas a ese encuentro.
El encuentro siempre empieza con lo evitado, con eso que metiste en un cajón, eso que encerraste bajo llave: Un duelo, una pérdida, una herida emocional, logros no celebrados… Y el desierto te escucha, te acoge y absorbe tus lágrimas, tus gritos de dolor… y sonríe y te dice “Por fin, bienvenido a casa”. Y tu mirada se aclara, tu gesto se hace amable y tu movimiento invita al contacto íntimo con la naturaleza y con otras almas.
Y disfrutas de hacer nada, de conversaciones llenas de contacto, de risas, de escuchar con presencia, y del apoyo de otros encuentros con lo evitado.
Y disfrutas del contacto profundo con la naturaleza… Y tienes la comprensión de pertenecer a algo más grande, algo que te sitúa en tu justo lugar. Ese lugar donde te sientes frágil y vulnerable, donde te sientes fuerte y enfocad@. Ese lugar que es tu lugar, el lugar donde sabes que es lo que da sentido a tu existencia.
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Òscar Boule, creador de Caravana Hacia el Interior
Naturaleza, silencio, encuentro.